A ver las fotos …
De Bruces a Mi
Este es el colmo de la pereza, ni si quiera se atreve a mentir. Mentira, es excelente. Sígame este juego.
Bruce Springteen
Bruce Banner
Bruce Willis
Bruce Lee
Lee Strasberg
Jack Nicholson
Homme, Jack? Sí, Jack representaba a un personaje que intentaba comprobar un crimen que no cometió. Premisa de todo buen infiltrado.
La primera vez que recuerdo a mi papá, traía bajo el saco del vestido un avión de juguete azul celeste de pilas. Tendría unos 3 años, me puse a llorar, con una sensación de mucho miedo.
La siguiente vez, entraba por la puerta de nuestra casa en el barrio Calvo Sur en Ibagué, era una casa en ladrillo de dos pisos con una gran terraza interna en la que giraba en círculos en mi triciclo, rojo con platón atrás, y desde la cual se veía la ciudad, y un gran ventanal sin cortinas que lo separaba de la sala de piso de baldosa, de las cuadradas tradicionales, color ocre. El sofá, que efectivamente era el de día a día, buen ojo (el del comentarista virtual, yo se lo vendí a unas jóvenes productoras), era todo cubierto de terciopelo naranja; de centro una mesa de diseño, con revistero y vidrio ovalado. De allí al comedor tocaba subir tres escalinatas para encontrar la mesa ovalada de seis puestos y un chifonier cuyas ventanas tenían un diseño de rombos.
Siempre al entrar, abría una bodeguita al costado derecho de la puerta de entrada y tomaba una Ginger Ale para sí. Esta vez, traía seis botellitas de muestra de licor que le habían regalado. Las colocó sobre la chimenea.
Toda chimenea traía un buhonero, jamás vi a alguno. Cuentan que hubo buhoneros en Bogotá y que ganaron prestigio. Uno de ellos no podía tener hijos con su mujer, así que se sometieron a un tratamiento para la fertilidad. Después de muchos intentos, la señora quedó en embarazo. Nacieron siete pelaitos de 20 centímetros cada uno, lo demás era nariz. Dicen que el donante fue el hermano gemelo del papá, cuya mujer era japonesa.
Siete pelaitos que saltaban pa´ki, que saltaban pa´ki, que saltaban paálla, dos por delante y dos por detrás, siete pelaitos que decían papá.
Hubo otra familia que los quiso comprobar, probablemente los asustaron con los bum-bum. Esta vez, aunque no lo crean, la mujer parió siete pelaitos diferentes.
Por supuesto que el del crimen no fue mi papá, el no tenía la nariz tan grande! Luego de darle muchas vueltas en la cabeza, me parece que era un médico forense del F-2.
- Mirame ese silencio …
- Cuál, mija?
- Mataron a Gonzalez.
- En serio vos haces Tanias?
Ahí está, mi nombre en mi segunda vida, no sería Tania Falquez. Tania Gonzales, supersona.
Siempre me ha gustado darle la vuelta a todo. Desde niña giraba en mi triciclo a máxima velocidad y de repente paraba para mirar el cielo y ver las nubes moverse. La siguiente vez que sentí esa sensación fue el día que me jarte de taco las seis botellas de licorcitos variados de la chimenea. Dejé de hacerlo el día en que conduciendo mi auto rojo a todo taco, casi me llevo por delante el renolito 4 de mi papá. Sabía que tenía que controlar esas tendencias antibióticas. Y también concluí que seguíamos a Tola. Solo a ella y a sus familiares se les podría ocurrir en esa época adelantar tales experimentos genéticos.
Tan mentirosas, eran dos Pastranitas, y tres Albert Einsteins, como tres los Chaves y tres los Dalai Lamas. Dizque que lo de Lamas le tocó investigarlo a Lorenzo Muelas …
Salimos amenazados del Tolima. Recuerdo mis días del parvulario, el colegio tenía una burra y para montarla tocaba ganarse unas boletas por buen comportamiento. Recuerdo robarme como 10 y allá fui a hacerle el ejercicio a la burra toda la hora de clase. Qué violencia! Y así fue que le fui haciendo el ejercicio a todas las actrices del momento, primero fue Sofía Laurent, luego Amparo Grisales, de ahí pasé a la Ronca de Oro (saludé a la miss en el colegio) y claro, hasta a la Nena Jiménez, cuando me sorprendió el señor Santodomingo espiando y dijo, se me va a hacerle la tarea al comandante cero y aquí estoy contando el rollo … Demás que tenía un socio que le traía el Konkeskorva y no tenía interés alguno en que le hiciera la vuelta a Cuba. Y claro, el F-2 que no es tonto, le pegó los siete Ketamas para comprobar de manera escalonada. Es así como Don Julio resultó ser el paradigma de los Wannabee por excelencia, aunque él mismo dijera que fue por mérito propio. Otro mito comprobado.
Cómo se llama el juego?
La guerra fría.
Será mejor no repetir esto. Todos saben que ellos no juegan.
Ahí a alguien se le ocurrió que era muy pequeña para ser reclutada y me fue sacando del paseo. Una tarde de regreso del colegio me quedé dormida en el bus y fui a parar a una casa en la Hortúa en donde vivían mis abuelos. Me quedé a vivir. Me gustaba mirar a la calle mientras llovía, la ventana tenía marcos de madera, parecía una chocolatina. Detrás de la lluvia se observaba la canalización de un riachuelo que con la lluvia se alborotaba y sonaba como un estruendo solo cortado por los rayos. Recuerdo el comentario de mi papá sobre la velocidad del sonido – vea la luz, pero véala bien. Luego palmotea cada segundo hasta que se oiga el trueno. Pero fíjese que el relámpago está separado del sonido. Luego se multiplica por 300.000 y así se sabe a qué distancia cayó el trueno. –
Más tarde leía en el ABC de la relatividad de Einstein algo así como: - Un disparo en un tren. Qué escuchó el maquinista. Qué, una persona en el último vagón? A qué velocidad viajaba la bala y a qué hora murió el afectado. Absurdo. – Yo lo corregí últimamente: - a qué velocidad debe viajar un peatón para salvarse del fuego cruzado del conflicto colombiano? –
Otro día me sacó en el carro. – Esta es la carrera séptima, la calle real. Pero se acuerda … - Me parece que tenía problemas de ubicación. - Aquí, la calle 12 sur, por donde subimos para llegar a la casa -, Diag. 13 sur No. 6-42, creo. Lo que no me acuerdo es del teléfono … al lado del parque Venezuelita? Brasil? - pero se acuerda de la casa color chocolate sobre la décima … - Fíjese bien, la calle sexta, la Plaza de Bolivar, la Jiménez, el Parque Santander, la plazoleta de las nieves, el Planetario -
Demás que todos nos montamos en la misma película.
Pero no era tan fantástica, a las semanas me dieron Paperas, Measles en inglés, de qué más me podía enfermar. A mi hermano le dio varicela y mi abuela era diabética. Luego descubrí que hay una enfermedad y un remedio para cada cual. - Que eso se le pasa con distrancito, que se tome una milanta, un rubbitusin, un expectorante, que me recibe la emulsión de Scott -. Entreabrí los ojos enrojecidos y abrí la boca para que me revisara las amígdalas inflamadas con un palito de madera. Luego me sentó en la cama, me hizo quitar la pijama y me puso el estetoscopio en la espalda. Ardía en fiebre. Finalmente hizo traer un bombillo rojo, cerró las persianas de la habitación, me arropó como con 10 cobijas y me dijo lo de siempre – de ahí no me sale -. Me lo repitió antes de irme a la primera fiesta. Luego de entrarme a la fuerza al salón de clase de Francés. Y cada vez que me pillaba escapándome para la calle.
Me escapaba de todo. Solía entrar al taller de mi abuelo todo lleno de herramientas. Quedaba en la misma casa, cruzando el patiecito de atrás, debajo del árbol de duraznos gigante, cruzando un portón metálico verde, chirriaba, y adornado por una plantita de moras. A lado y lado, los burros de carpintería, el tablón con las herramientas adosadas en la pared, y puaf, cerró la puerta tras de mí y me dejó encerrada. No sentí miedo. Seguí caminando, montones de tablas de madera apiladas al costado izquierdo y un rayito de luz que se asomaba por encima. Me trepé como pude y ví a mi abuelo del otro lado. Grité cuanto pude y no me escuchó. Luego me fijé que había como un marco sin puerta que llegaba hasta el piso, justo detrás de las tablas y me dispuse a quitarlas una a una, casi me hernio, tenía 5 años, hasta que logre abrir un huequito por donde salí. Buuu, le dije al abuelo y él sí se asustó – pero de dónde salió, mijita? -.
Me perdí varias veces, primero jugando. Entré a la panadería de la esquina justo antes de que cerraran, me quedé mirando el estante de las galletas. Cuando volví a mirar, habían cerrado. Me senté en un escaloncito y agarré el primer pan que encontré en la tienda. Pasaron los minutos, siempre mirando a la puerta, las horas, se hizo noche, - deben ser como las 6:00 p.m. pensé. Y ahí hasta la mañana siguiente. No me asusté pero hacía frío. Al día siguiente la abuela me dice que habían ido hasta el Club de la Televisión a reportar una niña perdida. Ah, bueno, y me monté en el columpio.
Luego ya, el juego iba ganando en dificultad. Fuimos a la plaza del veinte de julio, hicimos el mercado y a la salida, la empleada me soltó la mano. Ya lo había pasado antes cuando me subí a una buseta y mi abuela quedó en la acera. Casi no me repongo del susto. Esta vez no, al no encontrarlas recordé que iban a Distraco y caminé como 3 cuadras hasta allí, no había nadie. Entonces miré el largo camino, tomé aire y seguí caminando. Como a dos cuadras de la casa sentí que me agarraban por la cintura y me montaban en una carretilla. Viajábamos a gran velocidad. No alcancé a pensar nada cuando de repente aparece la abuela corriendo detrás, - mi niña, mi niña, atrápenlos, esa es mi niña -. Los hombres asustados, me han bajado del vehículo y me dejaron de pié sobre la acera. Seguimos caminando.
En la noche veíamos “Yo y Tú” y “Los Pérez somos así”. A veces “Las señoritas Gutiérrez”. Recuerdo una vez que no me pude dormir, apareció un tal cantante Fausto y me puse a berriar como loca, - Apaguen eso que es el diablo, el diablo. Es el diablo que viene a comerme -.
Una semana santa, en la Iglesia del divino niño, han entrado unos señores cubiertos por capas con sombrero. Sentí miedo. Me pareció que cerraban la puerta de la iglesia tras de sí y creí que nos habían secuestrado. Miré horrorizada las imágenes de los mártires y me escondí detrás de las faldas de la abuela toda la procesión.
Un día llegó un niño. – Salude a su hermanita – Jugábamos sobre la cama de mi papá que no ocupaba hacía meses, había ido a trabajar a Ecopetrol. Tenía un edredón verde. Sobre el armario una foto suya. – Quién es? Su papá -. La abuela guardaba el diploma de médico de la Universidad Nacional y tenía enmarcado el mosaico con las fotos de todos los compañeros. Sacaba pecho cada vez que hablaba de él, como no, si habían logrado sacarlo profesional.
Joseph Turner |
Las mañanas eran muy frías para ir al colegio. Me habían cambiado a un colegio del norte que quedaba como a dos horas de la casa. Un bus urbano de los amarillos me recogía cada mañana a las 4:00 a.m. En las tardes casi noches, se escuchaba de fondo a una personita que bajaba corriendo las escaleras de caracol de la casa. La primera vez me sorprendí, abren la puerta y aparece mi hermanito con una sonrisa de oreja a oreja – Llegó Tati, llegó Tati -. La noche anterior a la entrada del colegio casi no pudo dormir, nunca ví a nadie tan emocionado con entrar al colegio. Pero su primer día no fue nada fácil y a la mitad de la jornada ya se quería devolver. Una niñita de lo más pitufa lo venía golpeando desde la mañana. – Tati, Natasha me pegó otra vez -. Sentí la necesidad de pegarle un puñetazo en la nariz. Luego fui llamada por la jefe de grupo, quien también era la maestra de español. – Lucy Tatiana, qué vamos a hacer con usted, no puede estar pegándole a todos los niños, para mañana tráigame un cuento – y yo dije, - bueno, con tal de que no me saquen – y le llevé dos, el primero me lo sacaron del concurso del día del idioma porque dizque que lo había copiado. No tanto así, la noche anterior, jugábamos hasta tarde en la noche, mi amigo Otto me contaba una historia, “Ayer visité a Ganímedes” e hice mi interpretación. Y el otro, la obra cumbre que me abriría las puertas del espionaje, “Todo es Chocolate”. Y envenené a los compañeritos, ya les conté que era un colegio del F-2, salieron hostigados, no se comieron un dulce en todo el recreo.
Deje adivino, el juego se llama … Jueves! Y en la TV me mentían porque “Hoy es Viernes, gracias a Dios”.
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